por LAURA ODENE
La música es uno de los fenómenos comunicativos más importantes del mundo, ya que es uno de los medios de expresión más compartidos y primordiales para la sociedad. Por ello se trata de uno de los ingredientes protagonistas del ámbito de la cultura, siendo quizá uno de los que más público atrae. Es además un campo muy amplio en el que caben todo tipo de géneros y modalidades musicales. Desde que la música pudiera ser recopilada y almacenada, la industria asociada a este sector cultural ha avanzado a pasos agigantados. La era digital lo ha revolucionado todo, modificando incluso el concepto de realidad tal y como se conocía. Esta ha cobrado multitud de sentidos posibles. La era digital también ha tocado la música, y quizá de forma aún más especial que al resto de sectores. En un principio esta evolución llegó de la mano de programas informáticos, como Audacity, que abrieron las puertas del mundo de la producción y la edición a músicos aficionados. Esto les brindó la oportunidad de grabar y fabricar su música por ellos mismos. Luego llegó Internet, que sobrepasó las posibilidades que la informática y la tecnología offline podían llegar a ofrecer a la música, sobre todo en lo referente a la difusión. Podría decirse que gracias a Internet se rompió la clásica concepción de tener que meter la cabeza en una gran discográfica para poder llegar al público y hacerse visible. La web 2.0 democratizó la música. El ejemplo más evidente para todos los internautas es el portentoso YouTube, donde cualquier persona puede compartir vídeos de toda índole. No puede pasar desapercibido el fenómeno Spotify, junto a otras plataformas legales de reproducción y difusión musical. Han llegado incluso a plantar cara al serio problema de la piratería, que es la contra que ha supuesto esa “democratización de la música”. La era Smartphone Si ya de por sí Internet supone un universo en todas las materias posibles, la nueva revolución tecnológica que han brindado Android e iOS es toda una galaxia. La era Smartphone, el teléfono inteligente, ha brindado la posibilidad de hacer más tangibles las nuevas posibilidades musicales. Ha permitido incluso llegar a hacer sonar un instrumento a través de una pantalla. Han conseguido que la música se pueda tocar, literalmente. Esto se logra través de lo que se conoce como aplicaciones móviles. Estas aplicaciones son los nuevos sintetizadores. Una de ellas sería, por ejemplo, Garage Band. Esta App permite elegir un instrumento y tocarlo a través de un simulador, sin necesidad de saber hacerlo en la realidad. También permite grabar, editar o reproducir una caja de ritmos. Otra aplicación similar es Smartchord, para aprender a tocar instrumentos de cuerda. También a la hora de la propia creación musical se dispone de este tipo de recursos. Es el caso de Djay o Edjing, más enfocada a la producción y a la mezcla de canciones, al más puro estilo DJ. Notion, por su parte, brinda la posibilidad de escribir y crear partituras para luego reproducirlas eligiendo alguna simulación de instrumentos. Y una de las más extrañas e innovadoras es Orphion, un instrumento virtual que mezcla cuerda y percusión. Adaptarse para no morir Como se ha visto, hoy en día existen aplicaciones para todo en lo que a música se refiere. De hecho esto plantea una discusión seria entre los músicos: la banalización de este arte. Ante el fenómeno de la tecnología musical y la frivolidad que acarrea, se dan dos posiciones. Por un lado están aquellos que se muestran escépticos con respecto a las posibilidades que han aportado la tecnología y la informática a la industria musical. Por otro se encuentran los que se suben a esta ola para sacarle el máximo rendimiento. Sin embargo, lo que está claro es que la actualidad manda. La existencia de nuevos métodos musicales a través de la tecnología es un hecho innegable que ha llegado para quedarse.
Música y Tecnología
Por Josué Peñaloza
La música se ha transformado. La manera de hacer y de escuchar música ha cambiado con el uso de la tecnología. La actual música electrónica, surgida a principios del siglo veinte, se sirve de máquinas, capaces de producirla de tal manera, que resulta imposible ejecutarla humanamente. Sin embargo mucha de esta música ya no expresa nada, ni es agradable a los sentidos, ni toca los sentimientos. Entonces, ¿Qué es lo que hay detrás, en las profundidades de la mente humana que la impulsa a seguir el camino de la tecnología?¿Cuál es la razón, la justificación de que el hombre actual prefiera hacer y escuchar música tecnologizada, música electrónica? Tecnología Es común asociar el término tecnología con instrumentos o cosas que nos facilitan nuestras actividades diarias: aparatos electrodomésticos, transporte, comunicaciones masivas etc. La humanidad siempre ha buscado hacer de su vida algo más sencillo y confortable. Se sirve de la tecnología. El hombre es tecnología. La tecnología hace tecnología. La tecnología se ha posesionado de todo, entre ello, de la música. La música electrónica. La música electrónica es pues la música producida por medio de la tecnología, de aparatos que funcionan con electricidad. Un género de música que nació en el pasado siglo XX, producto de los grandes avances en la ciencia y en la tecnología. Uno de los primeros músicos a quien se puede considerar como el antecesor directo de la música electrónica es sin duda Luigi Russolo, que también participó en el movimiento de vanguardia, el “futurismo”, y quien, además de construir una máquina musical denominada “Intonarumori” o entona-ruidos, publicó en 1913 la carta-manifiesto "El arte de los ruidos, donde expone: “Si hoy, que poseemos quizá unas mil máquinas distintas, podemos diferenciar mil ruidos diversos, mañana, cuando se multipliquen las nuevas máquinas, podremos distinguir diez, veinte o treinta mil ruidos dispares, no para ser simplemente imitados, sino para combinarlos según nuestra fantasía.” Círculo vicioso La música electrónica termina con la discusión estética entre el compositor y el ejecutante. Estas dos figuras se fusionan en ella, ya no hay ni compositor, ni ejecutante. Existe sí, la figura del técnico, el DJ, el que manipula a la máquina, pero no es compositor, sino que más bien un improvisador, o aun peor, un juguetedor de la “música’. Tampoco es ejecutante, pues es la máquina la que produce el sonido. Así, con la muerte de la figura del músico, del artista, se termina con esa discusión estética. Entonces, en nuestro tiempo la imagen de un compositor, un Bach, un Mozart, o y la imagen del ejecutante virtuoso, un Paganini o un Chopin ya son inconcebibles, con las máquinas, se puede hacer música imposible de interpretar humanamente. Al ser la música electrónica, más accesible a los legos, la tendencia toma fuerza. Son muchos los prospectos a hacer música electrónica; además de ser también grande la cantidad de quienes la escuchan. Y como todo esto es redituable para la industria del entretenimiento y los medios masivos de comunicación, se agranda la producción, se trata de dar al público lo que está pidiendo. Sin duda es un círculo vicioso. Desencanto. La música siempre ha estado con nosotros, con ella conocemos y nos conocemos. La tecnología musical no pide nada, y en cambio si se comparte de manera desinteresada. En cambio la música tecnologizada siempre persigue un fin, la tecnología misma, una cierta esclavitud del hombre a la tecnología. Es decir, que al secarse la creatividad, se busque suplantarla con tecnología, pero que al usar la maquina, en realidad ella nos use. He aquí el desencanto. La tecnología, asesina la creatividad del hombre. Este, atenido a la máquina, en el momento que ésta falla, ya no se sabe qué hacer, y se siente en la completa orfandad. Se extingue la música. Solo queda el sonido, el ruido que ya no dice nada, no da referentes para lograr discernir el entramado del contexto al que pertenecemos. Llegará el momento en que al poner en un aparato música, ya no sabremos si esta es hecha por un chino, un hindú, un africano o un guatemalteco. Y dará lo mismo lo que diga una chino o un japonés, o en otras palabras, estéticamente ya no habrá nada que decir. Ya no será la apreciación de la belleza, sino de la enajenación, la evasión de sí mismos. Disolución. Hoy, lo que se tenía entendido por música, apunta a su disolución. El hombre esta esclavizado por la máquina. Un “Loop” es un eterno retorno a lo mismo, es lo que en la escritura musical se llama “ostinato”. Los loops de la música electrónica hacen de ella una música obstinada, necia. Con la música electrónica, el hombre es el medio por el cual la máquina se hace presente. Su ritmo estable, impera adormecedor como las pulsiones del corazón de una máquina. Aplaudamos pues a la maquina. La maquina que es capaz de convertir al mundo en inmenso y oscuro mar de sonidos subcromáticos. El ejecutante de música electrónica, actual, el DJ. Ya no maneja la ciencia de la música. En su lógica (proveniente del logos), razona que todo tiene lógica, que cualquier cosa que haga será un referente, y puesto que la mente humana siempre busca referentes, le encontrará significados. Aunque en realidad él ya no tenga nada que decir. El ritmo de la vida de occidente es repetitivo. La música electrónica, descendiente de la cultura occidental solo ha hecho que la música acústica, arcaica y con espíritu, se haya transportado a la máquina, haciéndola maquinal, un fetiche de música. Claro que sin alterar el ritmo dominante. ¿Cómo romper con este ritmo maquinal del Logos?, ¿Torcer a la maquina?. ¿Un ritmo progresivamente inestable? Pero torcer a la maquina es también torcer al hombre mismo. El hombre se ha convertido en una maquina. No es autosuficiente. No hay maquina sin hombre. Triste futuro el de un hombre que no este conectado a una la maquina. ¿Quién se atreve a torcer a la maquina, quien a romper esta relación?